Por mayo los campanarios de Navarra y Aragón lucen nidos con cigüeñas. Espléndidas y sabias prefieren las iglesias abandonadas más bellas y suntuosas, si son catedrales mejor.
En el altar de Santa Ana de Tudela las alitas de los ángeles están pintadas de bermellón violento. Con el tiempo, el polvo asentado lo ha convertido todo en borravino sangre. Se sabe: un amasijo de polvo y sangre impide volar.
Aquí los cirios destinados al culto son eléctricos. Tantas monedas pones, tanta gracia iluminada, breve como la vida, te concedo.
Las cigüeñas hicieron cría.
Anoche una medialuna plateada, misteriosa, encandilaba.
Puntuales, los pichones empiezan a volar.
Emigro, qué otra cosa por hacer.
Me diferencio de las cigüeñas en que ellas siempre vuelven.
Yo no.
Impresionante Luisa!!!!! abrazo enorme
Hermoso poema Luisa, muy conmovedor.