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Luisa Futoransky Posts

Profesión de fe en tiempos de pandemia

Parafraseando a la Gran Ola
Por testigo, el Monte Fuji que tenemos dentro y siempre nos contempla

A los cinco años aprendí a hacer palotes. A los 50 había producido un gran número de textos sobre todo poemas y algunas novelas. Con todo, ninguno tenía un verdadero mérito hasta la edad de 70 años. A los 73 finalmente aprendí algo sobre la verdadera forma de las cosas, pájaros, animales, insectos, peces, las hierbas o los árboles. Sin olvidar algunos humanos. Por lo tanto a la edad de 80 realicé cierto progreso, a los 90 habré penetrado más en la esencia del arte. A los 100 habré llegado finalmente a un nivel excepcional y a los 110, cada punto y cada línea que escriba, poseerá vida propia […]
Conjuro a quienes lleguen conmigo que digan si no cumplo mi palabra.

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Al garete

En medio de la nada, pero cerca del cementerio, una cabina telefónica blanca con su teléfono antiguo de discado, negro.
La gente la llama, el teléfono del viento. La donó un viejo y la dejó tal cual en su propiedad que hizo pública.
Allí acuden los inconsolables de Otsuchi-cho, cerca de Fukushima para hablar con los que le faltan después del tsunami.
Miles son los que pasaron por allí confiando logros, carencias, pidiendo ayuda y consejo.
Si es que vienen, si es que tantos vuelven es que alguien responde al teléfono.

A 10 años del terremoto y tsunami de magnitud 9, 1 que provocó el accidente nuclear de Fukushima, Japón el 11 de marzo de 2011.

El teléfono del viento, la cabina telefónica para “hablar” con los muertos en Japón

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PP: Pensar pandemia (continuaré, si puedo)

LUISA FUTORANSKY

hay telas de araña no concebidas para atrapar nada
por mero deber de orfebrería

dónde nacen, dónde mueren las líneas
las ampollas de la mano?

el mundo está  quedando estrecho para restañar las alas
de los pasajeros en tránsito

sola y entrada la noche me caí
recordé luego una inscripción con letras zafias
en un metro de Paris: le plus dur c’est dormir

perder la cabeza
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Chiches

Jochen Rais es un coleccionista alemán que juntó clichés de mujeres encaramadas a los árboles en la Alemania de los años 20 a los 50. 
Llegó a coleccionar 1.500 fotos. Se las encuentra y compra en la red por unas nueve libras esterlinas.
Coleccionar mujeres subidas a los árboles es una forma de coleccionar el mundo.

En Jacarepaguá, Bispo de Rosario reunía chapitas, jeringas, botones del suelo del loquero para confeccionar un inventario del universo, y cuando lo terminó no le quedó otra que de trapitos coserse un Manto de presentación.
Esperar el eclipse, Godot, el apocalipsis a horcajadas en un árbol o en el patio de un loquero son simples ceremonias de lo mismo.
Lo importante es la convicción  y calidad de la espera.

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Literal

Destacan ahora que el coronavirus se instaló en los mataderos

¿alguna vez estuvo fuera?

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Cábala 72

A partir de 72, que son los nombres de Di-os, todas las combinaciones son posibles.

Los ángeles verifican las operaciones para que estén acordes con el libro del Éxodo capítulo 14, versículos 19-21.

Auvers-sur Oise fue el lugar elegido por Vincent y Theo para que los entierren y  correspondió que un médico los enlace en sus sepulcros con un brote de hiedra.

En este pueblacho cerealero Vincent vivió 70 días, pintó 60 cuadros, se pegó un tiro y a los dos días se murió.

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Espectáculos

las calles empedradas todavía de Belgrano
las casas de los ricos para que las espíe
Erdosain, el acongojado
las ventanas con malvones en flor
los gestos, las voces de la gente,

es cierto que uno también se da
pero cuántos espectáculos recibe
digamos que casi
casi gratis.

En Polaria, el acuario de Tromso.
las focas barbudas comen antes de las seis.
Vengan, vengan.

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