a Mariano Rolando
mana, envuelve como anillos de Saturno
líneas de alta angustia,
gente en estado segundo
obedeciendo, siempre obedeciendo
que trasiega bultos, carritos, bebés
un mundo de sellos, ungüentos
de prohibido traspasar la línea blanca
la verde, la roja, la amarilla
las cámaras, desnudan sin pudor
tus condones, tu peso, tus juanetes
las llaves de casa
los accesos a tu corazón, a tu banco
y tus prótesis
casi es lo de menos
la autoridad te palpa
guay que no te dejes
la tragedia espía por la punta mugrienta de sus guantes
dejas atrás una mujer que se esmalta y seca con aspaviento
las uñas bien sombrías
el aire que se conduele por los pájaros que se suicidan
enroscándose en las hélices
por el ojo de buey te entregas
a un sueño con plumas huérfanas de una danza sioux
a la que por fin te atreves
y si sólo materializáramos las pesadillas?
Al aterrizar una sensación de planicie.
Zumbona, la pregunta:
¿para vivir mejor, esmerarse en soñar mejor?
el color de la tierra invernal es pálido
cubos de la nada
las casas han surgido
y tiritan como pueden
un merecido pitillo
antes de que entres en la rueda
vocinglera de gente en estado segundo
que trasiega bultos, carritos, bebés
más carros y más bebés.
Tarjeta postal:
Describir un paisaje permite, entre los pliegues, ocultar tu propio desmadre
siempre y cuando, claro está, no te detengas demasiado en un mismo sitio.
El imprevisto es frágil y siempre está a punto de desmayo.
Rutina y necedad le son fatales.