pertenecí en siena a la contrada de la torre y tuve la inmensa dicha
de ver y rever al caballero guidoriccio da foliagno cabalgando sin apartarse un ápice de su destino, el universo rombado de negro alrededor y la plaza con el periscopio al centro
el pavimento de sibilas, la biblioteca piccolomini del pinturicchio, todos tan angélicos
y katia, la contralto armenia embutida en un traje de oso polar
canturreando el aria de la mujer barbuda
y nicola, el flautista búlgaro con quien encontramos una billetera en el suelo de la que poco devolvimos y mucho gastamos, hambrientos como estábamos de risa, de palio y amanecer en piazza del campo para ensayar en el teatro dei rozzi
mientras los muchachitos disfrazados de medioevo aterciopelado, lujosos, sonoros, absolutos de belleza
tamborilean marchas antiguas
para topártelos tan campantes en la pastelería
vendiéndote los inefables bizcochitos riciardelli, probalos
que no se te olviden
-si uno se casa con alguien de otra contrada, los días de palio debe volver para apoyar la de su nacimiento y no revelar nada de nada que concierna al personaje capital de la jornada el fantino
porque todo vale, comprarlo hasta envenenarlo por un buen rato
dos de julio madonna de Provenzano
dieciséis de agosto madonna della Assunta
estuve juro
sin una foto siquiera que atestigüe
mi sombra enredada entre los adoquines
siena no es efímera
yo más que tanto
París, 1 setiembre 2017
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