por Luisa Futoransky
En un cuartito bajo llave del presbiterio de la iglesia padovana de San Lázaro, los carabinieri encontraron abundante parafernalia sado masoquista: esposas, cadenas, látigos, ropa de cuero, videos, películas y más. Al cura, don Contino, ¿no se le ocurrió pensar que los carabinieri se manejan con ganzúas?
Todo empezó con la denuncia de una de las damas del harén (hasta ahora fueron ubicadas siete, pero se cree que suman una veintena). El grupo practicaba sexo extremo. El cura subastaba en las redes sociales su capital femenino y percibía los réditos.
Después de la denuncia ante la Curia, la señora hizo lo propio ante los tribunales civiles que caratularon el asunto como delito de violencias sexuales y proxenetismo.
Don Contino también organizaba orgías pagas. Se sabe, la codicia rompe el saco porque fue ampliando el rubro de sus actividades y salió del ceñido perímetro parroquial para dedicarse al turismo sexual. Viajó con sus feligresas a sitios conocidos por sus clubes y redes de intercambio de parejas. Hay pruebas de la presencia de la alegre compañía en Roma y Cap de Agde, ciudad meridional francesa, bien reconocida por sus playas nudistas y sus centros de prácticas sexuales variadas y grupales. Dentro de la órbita de sus intereses también figuraba el porno rural, idea sugerida por el auge en tierra adentro de Francia de la empresa de antiguos maestros, la “J&M”, Jacqueline y Michel, que tan solo en la región del sudoeste posee más de treinta sitios X, organiza veladas eróticas, vende una publicación periódica y reúne netos beneficios estimados en tres millones de euros anuales.
Si bien el cuento padovano atravesó una década de prolíficas actividades, sus ganancias no llegaron a tanto. La Curia obviamente estaba al tanto del incómodo proceder y contaba con el silencio vergonzante de participantes y allegados para ocultar la polvareda bajo la alfombra pero nunca se debe subestimar la fuerza del despecho. La dama de marras fue por don Contino en las instancias eclesiásticas, penales y civiles. Con el mayor ruido y rabia mediáticas posibles.
El obispo de Padua, don Cipolla, puso a resguardo al párroco en tierras lejanas de su familia croata y confió la defensa de tan escabroso paquete al estudio de los abogados Godina y Petti.
Cabe destacar que el párroco había sido nombrado para sustituir a otro, el cura papá. En efecto, Paolo Spoladore, más conocido como Don Rock pues predicaba cantando música muy animada, dejó de ser apreciado por el Vaticano, no por la calidad melódica de sus prédicas sino por comprobada paternidad, producto de su íntima amistad con la señora Pimpy.
Mientras el poder eclesiástico y el judicial dirimen estas instancias, los carabinieri quieren saber qué destino dar al botín incautado en el presbiterio de don Contino, San Lázaro, Padua.
12 de enero 2017
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