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prescindir es la vocación del mundo, prescindir de la gente en provecho de las máquinas de vigilancia está visto que se puede
como se pudo prescindir de los discos de 33, 45 y 78 rpm, de los rollos de celuloide para obtener fotografías
¿acaso no se pudo prescindir del afilador del cuchillos, del soldador de cacerolas, del organito con la cotorrita de la suerte, del canillita y el lechero?
la gente tiene la desventaja de que muere casi por sorpresa, los robots en cambio andan con la obsolescencia programada y pueden descargar corriente eléctrica a quienes se acerquen demasiado
la gente buscando el santo grial de la intimidad se chamusca las alas, patina y se fractura los huesos que le quedan
la gente por poder escala, la mayoría se rompe la crisma, los que llegan a la cima perciben que no hay cima, que no queda otra que seguir trepando, hasta que la neblina se traga todo cuanto le pongan por delante: cebras y banqueros, felpudos de palacios, capitanes de batallones de niños soldados y así.
imaginen una lista bien larga de objetos heteróclitos, de gente que se cree única y aciertan
salvo respirar nada ni nadie es indispensable
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cuando fui joven e incluso no tanto mi animal admirado, enigmático, el animal que caminaba a mi lado, mi sombra, la reencarnación elegida, fue el tigre de bengala y de golpe mi animal preferido cambió.
desterrados para siempre garras y colmillos. nada de fauces y menos sangre chorreando.
ante el mundo como va y como estoy yendo mi animal de ahora es el avestruz y no otro; mirar para otro lado, gran decisión literal: trágame tierra.
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