Siete veces Esti.
Aclaro, siete hijas tuvo Esti.
Menos Tami, la del medio, todos, ascendientes y descendientes la repudiaron. Cuando ella optó por abandonar la secta, con pública vehemencia y sin falla alguna, le hicieron un funeral simbólico de lo más conmovedor, pero al verdadero, el que ella eligió por mano propia no asistieron, para qué.
Entre otros despropósitos Esti quería que su marido la llamara por su nombre pero eso nunca ocurrió. Él sigue asistiendo todos los días mañana y tarde a leer lo que corresponda en los oficios de la sinagoga de los ultraobservantes de Gur, en Ashdod, la calurosa. La de la playa tan dorada que ella eligió para morir.
El ponderado padre de Esti ni siquiera le concedió un elogio fúnebre completo: lo parceló en los 43 años en que fuiste pura y los 7 de cuando no lo fuiste más.
Me pregunto; los de Gur cuando les toca repasar el Cantar de los cantares, ¿se lo saltean?
Y en el día del gran perdón ¿qué perdonan, con ayunar y no fumar basta? ¿O sobra?
Esti, que sepas que este canto rodado, pequeñito, para que no te pese es mío y de nadie más. La corona de princesa y sin espinas también.
Esti Weinstein, nacida en el seno de una familia ultraortodoxa, los haredim de Gur, madre de siete hijas se quitó la vida julio de 2016 en la playa de Hakshatot, Ashdod, Israel.
Esti tenía 50 años y hacía 7 que había abandonado la secta. “En esta ciudad di nacimiento a mis hijas, en esta ciudad muero a causa de ellas”, dejó escrito a su lado. También dejó un manuscrito de casi 200 páginas donde narra los padecimientos que atravesó para dejar la secta y las pesadas reglas de observancia que la misma impone a sus feligreses. El ostracismo a la que su familia y cercanos la condenaron a la larga pudo con ella.
En la asociación Hillel, creada en 1991 para ayudar a los ultraortodoxos que optan por abandonar la comunidad y a la que Esti había acudido, simplemente admitieron: “no sabíamos cuán profundas eran sus heridas”.