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Category: Poesía/Texto

Al garete

En medio de la nada, pero cerca del cementerio, una cabina telefónica blanca con su teléfono antiguo de discado, negro.
La gente la llama, el teléfono del viento. La donó un viejo y la dejó tal cual en su propiedad que hizo pública.
Allí acuden los inconsolables de Otsuchi-cho, cerca de Fukushima para hablar con los que le faltan después del tsunami.
Miles son los que pasaron por allí confiando logros, carencias, pidiendo ayuda y consejo.
Si es que vienen, si es que tantos vuelven es que alguien responde al teléfono.

A 10 años del terremoto y tsunami de magnitud 9, 1 que provocó el accidente nuclear de Fukushima, Japón el 11 de marzo de 2011.

El teléfono del viento, la cabina telefónica para “hablar” con los muertos en Japón

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PP: Pensar pandemia (continuaré, si puedo)

LUISA FUTORANSKY

hay telas de araña no concebidas para atrapar nada
por mero deber de orfebrería

dónde nacen, dónde mueren las líneas
las ampollas de la mano?

el mundo está  quedando estrecho para restañar las alas
de los pasajeros en tránsito

sola y entrada la noche me caí
recordé luego una inscripción con letras zafias
en un metro de Paris: le plus dur c’est dormir

perder la cabeza
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Chiches

Jochen Rais es un coleccionista alemán que juntó clichés de mujeres encaramadas a los árboles en la Alemania de los años 20 a los 50. 
Llegó a coleccionar 1.500 fotos. Se las encuentra y compra en la red por unas nueve libras esterlinas.
Coleccionar mujeres subidas a los árboles es una forma de coleccionar el mundo.

En Jacarepaguá, Bispo de Rosario reunía chapitas, jeringas, botones del suelo del loquero para confeccionar un inventario del universo, y cuando lo terminó no le quedó otra que de trapitos coserse un Manto de presentación.
Esperar el eclipse, Godot, el apocalipsis a horcajadas en un árbol o en el patio de un loquero son simples ceremonias de lo mismo.
Lo importante es la convicción  y calidad de la espera.

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Literal

Destacan ahora que el coronavirus se instaló en los mataderos

¿alguna vez estuvo fuera?

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Cábala 72

A partir de 72, que son los nombres de Di-os, todas las combinaciones son posibles.

Los ángeles verifican las operaciones para que estén acordes con el libro del Éxodo capítulo 14, versículos 19-21.

Auvers-sur Oise fue el lugar elegido por Vincent y Theo para que los entierren y  correspondió que un médico los enlace en sus sepulcros con un brote de hiedra.

En este pueblacho cerealero Vincent vivió 70 días, pintó 60 cuadros, se pegó un tiro y a los dos días se murió.

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Espectáculos

las calles empedradas todavía de Belgrano
las casas de los ricos para que las espíe
Erdosain, el acongojado
las ventanas con malvones en flor
los gestos, las voces de la gente,

es cierto que uno también se da
pero cuántos espectáculos recibe
digamos que casi
casi gratis.

En Polaria, el acuario de Tromso.
las focas barbudas comen antes de las seis.
Vengan, vengan.

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Los años argentinos (1963-1972)

“El poema hay que irlo a buscar”, suele decir Luisa. Y vaya si lo ha estado haciendo desde ya hace más de 50 años, con una exquisita erudición y su infatigable carácter de exploradora de la palabra. En Futoransky se condensa lo más argentino de la lengua española y lo más universal de las tradiciones literarias, una suerte de Arca de Noé de nuestra poesía, un delicado ejercicio de equilibrista entre lo arltiano y lo borgeano.

En estos primeros poemarios —“mi catedral de ruinas”, como los define— vemos también un componente esencial de toda su obra: la música, algo que viene con ella desde los tiempos del Conservatorio Municipal de Buenos Aires con Cátulo Castillo como profesor, así como de su pasión por la ópera. Junto a esa melodía, a veces explícita y otras secreta, que articula sus poemas, se despliegan diferentes registros lingüísticos; van del hablar de los arrabales y su Santos Lugares natal a un lenguaje más lírico y elaborado, y que provocan en el lector una sensación simultánea de intimidad y extrañeza. Su permanente andar por latitudes y decorados lejanos le ha permitido encontrar los pasadizos para decirnos aquello que se encuentra en lugares a los cuales no podemos acceder desde la prisa y la ceguera.

Mariano Rolando Andrade

https://eleviatan.com/index.php/2019/06/08/l-a-argentinos/

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Los palimpsestos, papá, el aleph y yo

LUISA FUTORANSKY

Es disposición obligatoria del lector  el uso compartido del texto.

Afirmación que descubrí como dogma en mi niñez por obra y mérito de padre quien tenía como verdad inquebrantable la cima de cinco libros de lectura anual:

1 Biblia

2 Quijote

3 Odisea

4 Eneida

5 Los cuadernos de Mr. Pickwick

En cada lectura el papel y la encuadernación se descuajeringaban y los jeroglíficos de los comentarios al margen y en todo espacio libre de la página aumentaban.

Papá trataba de detener el deterioro inevitable de los libros forrándolos con viejos diarios y cinta adhesiva en los bordes. De lejos un ojo poco avisado no podría reconocerlos pero papá y nosotros sí, por el espesor, la altura, el turno de lectura.

Una de las normas del código de padre es que no se podía interrumpirlo hasta que no terminara el capítulo que previamente había destinado para leer ese día.

Entre los comentarios que recuerdo: “no se puede repicar y andar en la procesión. Aplausos. Cuánta razón tenía. No es cierto”. Y signos cuyo desciframiento Pa se llevó con él como asteriscos, círculos, doble admiración, una, dos o tres rayas verticales paralelas u horizontales. Todo con lápiz.

Vocación de Borges la de papá, vocación premonitoria del intertexto, manera de asentar y asentir descubrimientos.

Al tiempo que los libros y la biblioteca de algunos autores se valorizan por los comentarios al margen que los editores se disputan por editar en facsímil, ¿me quedará tiempo para volver a recorrer los viajes de Papá a su constelación favorita; la Osa Mayor, el planeta Marte y sobre todo a Venus, la estrella que en días como hoy no le puede ni nos puede faltar?

NB: Respecto a la noticia sobre enjuiciamiento del joven comentarista del “Aleph engordado”, me atengo a la muy ponderada RAE:

paparruchada

1. f. coloq. paparrucha (‖ noticia falsa y desatinada).

2. f. coloq. paparrucha (‖ tontería, estupidez).

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